lunes, abril 24, 2006

BASURA METAFÍSICA

Bruno Marcos
Entró después de la charla, de la exposición y, casi, de los canapés. Le recibí como a un profeta de mi propia religión. Le dije varias veces que le debo un blog pero que la pereza ante la magna empresa de describir su desbordante personalidad me ha echado para atrás en varias ocasiones.
Enseguida arremetió con sus nuevos proyectos y se nos reveló el nuevo Luis Melón como lo que ya había oído: un artista correcto, un aprendiz de moderno, como todos.
-Me gustabas más antes-le dije a bocajarro-. Lo que tenías que hacer es mostrarte tal como eres, disparando ideas a cual más absurda, más cínica, más cómica, sin llegar casi nunca a realizar ninguna, ese es tu verdadero potencial, esa creatividad.
Abelardo que es quien va a asesorarle de cómo hacer esos robots que son sus nuevas obras viene a decir que el mundo es ya tan tecnológico como físico, que, tal vez, todo lo que se nos pueda ocurrir esté ya hecho.
-Eso es basura metafísica –interrumpo-. Mira te regalo la frase que, en realidad, no es un regalo porque la frase se me ha ocurrido pensando como si fueras tú, plagiándote.
-Primero tengo que meterme en ese mundo y luego ya seré yo mismo. Lo que realmente me gustaría hacer ahora es tatuar cerdos, lechones.
Le conocí sin conocerle, es decir, entré en un foro –virgen yo en esas lides- a cara descubierta y me crucificó. Ser insultado es duro, pero que te llamen hijo de puta sin hache y cosas así es todavía mucho más fuerte. Desde ahí empezó a hilar alegorías cada vez más fascinantes como, por ejemplo, que mejor que las performances que yo hacía él proponía que entrasen los g.e.o.s. en mi casa y le diesen una manta de hostias a mi madre o cosas por el estilo.
Ayer, cuando le cambié el tercio rememoró aquella lista que yo envié para hacer un arte underground. Me pedía la lista y yo se la pedía a él porque nadie la tiene, entonces miró al cielo y dijo: “hacer exposiciones debajo de los puentes... debería seguir esa lista...”
Al principio de una charla que yo daba con David Loss se me apareció, entonces era el artista emergente que se había hecho famoso hacía pocos meses por subastar cápsulas de su semen. Desde el público me sonreía y yo, no sé a santo de qué, por alguna cosa que me había dicho minutos antes, le cité y señalé. Cuando bajaba del estrado un muchacho un tanto anestesiado se me quedó mirando, no le hice caso pero le oí decir: “... eh... tú eras el profesor...” Al salir lo recordé yo también, se trataba del chico que entró en mi clase y me contó que él era una artista que buscaba asesoramiento. Había hecho una exposición en un antiguo colegio de huérfanos tirando los cuadros por encima de la tapia, ahora los había desperdigado por el suelo del hall de la universidad. Melón me apartó de él como si fuera mi guardaespaldas. Yo no quería hablar con el muchacho porque había salido trasquilado de ese pupilaje pues, al final de la conversación, me animé a confesarle que yo era Bruno Marcos a lo que él me contestó no sin anticipado desprecio: “¿y quién es Bruno Marcos?”. Melón hablaba sin parar con una gracia indescriptible en este texto, contaba que no le seleccionaban en ningún concurso y que estaba harto pero lo decía entre carcajadas, añadiendo que al próximo concurso iba a enviar cuadros gigantes que no entrasen por las puertas, que les plantease un serio problema.
Yo seguí, antes de conocerle, el caso del semen subastado. Me pasaba un poco como con lo del concierto de ovejas, tenía la absurda sensación de que yo, por haber sido el primero en hacer cosas un tanto estrafalarias o modernas, hubiera inducido a otros a salirse de órbita, cosa que, vista ahora, podría hasta parecerme positiva. Total que, en medio de todo eso, un día apareció en la prensa una nota que volvía más literaria toda esta bohemia: “El artista José Melón nos envía un comunicado aclarando que él no es el artista Luis Melón que, estos últimos días, ha saltado a los medios nacionales por la subasta de su semen”. De no ser porque sé con certidumbre que ese otro tal José Melón existe también habría pensado que él se lo había inventado.
Creo que trabaja con basura, con las heces, con todo lo que queda por ahí y nadie se toma la molestia de organizar. Por ejemplo, una de esas obras nunca hechas era recoger perros atropellados por las carreteras y exponerlos en una galería. Cuando te lo cuenta se da una explosión, una carcajada pero si después lo piensas es terriblemente dramático. Todos hemos visto en la carretera a esos perros, el primer día el cadáver, al segundo se va aplastando, parte de ellos se la llevan las ruedas de los innumerables automóviles, y, luego, seis o siete días más tarde, cuando ya se te había olvidado del pobre chucho, te fijas en la mancha, casi imperceptible y no le das importancia, no lo meditas, no intentas organizar una pequeña teoría que alivie esa crueldad tonta, inservible, insignificante. Sin embargo a él se le ocurre coger a los animales destrozados y exponerlos en una galería. La gente al oírlo cree que la crueldad va contra los perrillos pero, en realidad, reacciona con rechazo porque la dureza la dirige a los espectadores, a toda una sociedad de espectadores.
De seguir así lo perderemos entre las manadas de artistas jóvenes intrascendentes, correctos, tan parecidos a un anuncio, mucho más inocuos que un anuncio. Él entra en el arte por donde entra nuestro país en todo, por la picaresca. Igual que Estados Unidos entra en el arte, como en todo, por el negocio, en España vivimos siempre en el Siglo de Oro. Pero Melón acabará denunciando las mismas cosas que Quevedo cuando los demás se anden por las ramas.
Basura metafísica. Se vuelve hacia su novia y le dice: “Me gusta... cuando tenga un hijo le llamaré Basura metafísica”. Y la novia le contesta: “Tu puta madre”.
Otra novia que tuvo, que resultó ser la hija de mi profesor de literatura, mi maestro mágico, tampoco le estimaba como artista, con aquella fuimos a la premier del restaurante de drag queens, y se entusiasmó mucho más con los hombres peludos danzando como mujeres extravagantes que con las ideas de su novio.